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  comunicación y estrategia política

Welcome to the Losers Club: Alex Jones y la política del miedo

Welcome to the Losers Club: Alex Jones y la política del miedo

Durante tus años de infancia te empujaron y caíste en la  piscina sin saber nadar; ahora le tienes pánico al agua.  Alguien te lanzó un lagartijo; ahora de solo verlos, sales corriendo. O como una reacción involuntaria le tienes asco a las cucarachas, a los ratones y a las serpientes.

Son las fobias nuestras de cada día.

Reacciones inexplicables como resultado de experiencias que nos traumatizaron, y que cuando se repiten, nos paralizan toda capacidad de juicio y sacan lo más primitivo de nuestro ser: el instinto de supervivencia.

En la política justificamos ese “blegh” racionalizando el comportamiento xenofóbico y homofóbico bajo el argumento de que la persona extranjera o gay amenaza nuestros valores. El racismo lo aceptamos como una conducta mayormente aprendida, que según vamos creciendo, se manifiesta de acuerdo al entorno familiar y al discurso político municipal, regional y nacional. Todo influye.

Has visto cómo la radio y la televisión pasaron a la parte trasera del autobús para dejar que las plataformas sociales sean las que manejen los temas y el tono del debate político. No importa si eres un baby boomer en negación o un millennial que nació con un teléfono celular en la mano, admite que el monstruo de las redes sociales creció tanto que sus creadores no saben cómo contenerlo…aunque ocasionalmente aparece alguien que domestica a la bestia.

Uno de los mejores domadores lleva más de la mitad de su vida migrando a través de los medios de comunicación, buscando la guarida perfecta para esconderse y atacar en el momento oportuno.

Comenzando en los canales públicos de televisión, pasó a la radio, y gracias a la revolución tecnológica del siglo XXI, Alexander Emric Jones encontró la mezcla perfecta entre las ondas radiales y la Internet.  El extravagante animador es el creador del  programa The Alex Jones Show, transmitido desde la matriz conocida como InfoWars, el programa sin libreto en el cual se discuten artículos sacados de las partes más oscuras de la Internet, y que sirve como uno de los muros de contención digitales de la derecha estadounidense.

Pero, ¿quién es Alex Jones?

En resumen, una combinación entre la salud mental de Charles Manson con la testosterona de Arnold Schwarzenegger.  

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Además de sus rants acerca de que los demócratas son la escoria de la humanidad, el oriundo de Texas ha utilizado su plataforma para escupir teorías de conspiración sin evidencia alguna. Por ejemplo, que el gobierno estadounidense permitió los ataques del 11 de septiembre (incluyendo un documental de su  autoría), y que la masacre de la escuela primaria Sandy Hook fue un montaje y que los padres de las víctimas eran actores contratados para llorar frente a las cámaras. Lógicamente, los padres demandaron a Jones.

Como toda persona en continua batalla contra la vida real, naturalmente le echó la culpa a la psicosis.

But wait, there’s more…

De alguna manera, en algún rincón de su imaginación, Jones encontró la teoría de que los demócratas administraban una red de prostitución infantil desde varios restaurantes, destacando una pizzería en Washington D.C. El escándalo pasó a llamarse Pizzagate.

Exhortando a sus seguidores a que investigaran el asunto, uno de sus fanáticos, Edgar Maddison Welch, se presentó en el restaurante con un rifle semiautomático, abriendo fuego en el establecimiento. Y aquí llegamos al problema con la propaganda de Infowars, porque en la mente de personas como Edgar,  radica la raíz del complejo fenómeno que representa Alex Jones: la utilización del miedo, más que como propaganda, como un arma para defender una serie de valores e ideologías divisivas.

Aunque defiendo el derecho de Jones  y de toda persona que desee hacer uso de su derecho a la libertad de expresión, contrario a la opinión popular, creo que su distintivo no es el contenido, sino el proceso que utiliza para difundirlo: la propagación del miedo a cambio de atención y ratings.

La lógica de Jones parece sacada de la novela “It”, de Stephen King: alimentarse del miedo de su audiencia para su beneficio.

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Según la obra de King –y sus múltiples adaptaciones cinematográficas– “It” es el nombre con el que se la conoce a una criatura que aparece cada 27 años para  aterrorizar al pueblo ficticio de Derry, alimentándose de la carne y los miedos de sus habitantes, mayormente niños, ya que pueden ser fácilmente manipulables. Puede tomar la forma de cualquier persona u objeto, pero prefiere aparecerse como Pennywise, el payaso diabólico, ya que tomando esa forma, puede alimentarse fácilmente del miedo que infunde entre los niños.

Así como el payaso Pennywise subsiste del miedo que causa en los niños, Alex Jones utiliza el miedo para traducirlo en ojos y oídos (atención), que a su vez generan dividendos en auspicios y compradores de su extraña mercancía que consiste de suplementos vitamínicos de dudosa reputación y por supuesto, equipo de supervivencia...ya sabes, en caso de que los marcianos demócratas decidan colonizar nuestro planeta.

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Jones ha demostrado ser el perfecto entrepreneur: vio el vacío en el mercado de las teorías de conspiración, creó un producto y se dedicó a satisfacer la demanda de una perspectiva que nadie se había atrevido a llevar a un nivel tan extremo. Tan extremo que para 2018, Facebook le bloqueó temporalmente el acceso a la plataforma por promover un discurso de odio. Eventualmente, la presión pública obligó a Twitter a expatriarlo de su plataforma y a la App Store de Apple a suspender el servicio de publicación del podcast de Infowars.

Durante un año, Jones continuó esparciendo su retórica fatalista, pero tanto golpeó la gota hasta que la principal plataforma social se hartó. A principios de mayo de 2019, Facebook anunció que suspendería a varias personalidades consideradas “de la derecha” por violar su política contra individuos y  organizaciones peligrosas. Esto no es poca cosa, sino el resultado de un análisis que la principal plataforma social en el mundo hace mediante una herramienta para identificar a grupos terroristas y que promueven campañas de odio.

Pero el intento por desterrar a Jones del ciberespacio fue en vano. Infowars permanece como uno de los programas independientes con mayor audiencia, y lo que es peor, ahora la derecha cuenta con un héroe que triunfó contra la mainstream media.

Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet y Videla, son solo unos cuantos ejemplos de cómo el miedo puede ser utilizado por la derecha como un arma de destrucción masiva en la  psiquis humana. Gracias al contenido de programas como el de Jones, la percepción de la realidad se altera y se comienza a ver enemigos en donde no los hay.

Ahora bien, la complejidad de Alex Jones está en que su fama e influencia no surgió por un big bang, sino a consecuencia de un largo periodo en el que un sector significativo de la población se sintió marginado por el establishment de los republicanos y demócratas, así como de la estructura de medios de comunicación que los promueve.

Es ahí donde se crea el vacuum de representatividad que dejó a muchos estadounidenses sintiéndose como los habitantes de Derry: olvidados. Un Losers Club de ciudadanos vulnerables a cualquier estímulo que  les brinde un ápice de reconocimiento en el debate político.  

El Losers Club, de la película “It”.

El Losers Club, de la película “It”.

Y como Pennywise, Jones detectó el síntoma con precisión quirúrgica, para desde ahí propagar la enfermedad y traducir el miedo en activismo destructivo.

No quiero que este análisis se entienda como un ataque personal hacia Jones. Aparte del contenido que profesa, entiendo que su estrategia comunicacional es admirable; pocos logran derrumbar a los gatekeepers de las comunicaciones y levantan un imperio de manera independiente. Eso se le tiene que reconocer.

Pero igualmente se tiene que reconocer que su manera de ganar  audiencia se basa en una fórmula (exitosa) de “miedo + ignorancia – datos = rating$”, que si bien cautiva al público, lo hace a través de información puramente subjetiva y que confunde más de lo que ilustra. Hasta Donald Trump reconoció la influencia de Alex Jones; en pleno apogeo de su campaña, fue uno de los invitados de Infowars.

Este junte ha sido mutuamente beneficioso: la presidencia de Trump –intencional o accidentalmente– se ha convertido en el alimentante de la criatura que Jones creó. Cada tuit y cada conferencia de prensa legitiman cada vez más el discurso basado en teorías de conspiración y del Deep State.

El Pennywise de la nueva derecha underground parece tener suficientes almas aterrorizadas como para alimentarse durante el próximo ciclo electoral. Dependerá de la oposición –tanto demócrata como republicana– fundar su versión del Losers Club y diseñar un plan para enfrentarse tanto a Jones como a Trump.

Pero antes, deberán aceptar su mayor miedo: el payaso malvado está  en los estudios de Infowars, pero el dueño del circo está  en la Casa Blanca.  

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