The War of the Wor(l)ds: Nacionalismo vs patriotismo
Un croissant no lleva ketchup, y un corn dog no se come con Grey Poupon.
El tan comentado bromance entre Donald Trump y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, llegó a su final el 11 de noviembre de 2018, a cien años del Armisticio de Compiègne, que dio paso a concluir la Primera Guerra Mundial.
Pero otra guerra se desató tras las declaraciones del francés. Una guerra retórica que ha puesto en vitrina la visión del mundo ideal según cada mandatario.
Mientras Trump se convirtió en cheerleader del nacionalismo, Macron apostó a la ambigüedad poética, abogando por una internacionalización social, política y económica desde el Arco del Triunfo de París, donde contrapuso el nacionalismo y el patriotismo en su discurso para conmemorar la renuncia mundial al conflicto armado.
“Esta visión de Francia como una nación generosa, de Francia como un proyecto, de Francia como portador de valores universales, que era, en estas horas sombrías, lo exactamente opuesto al egoísmo de aquellos que piensan en sus propios intereses, porque el patriotismo es exactamente lo opuesto al nacionalismo. El nacionalismo es la traición al patriotismo”.
Como el buen rapero, que puede insultar a media humanidad sin tener que mencionar nombre, todo el mundo sabía que las declaraciones iban dirigidas exclusivamente al estadounidense.
¿Qué pudo haber motivado a Macron para romper la amistad con Trump de manera tan descarada?
Esto.
¿Cóóóómo? ¿Naciona…qué? Trump lo hizo nuevamente: se ganó otro enemigo.
Bueno, pongámoslo en contexto. Se trataba de un discurso durante una contienda electoral que el estado de Texas no veía por décadas; Ted Cruz luchaba por mantener a flote una candidatura asediada por el carismático Beto O’Rourke, y las huestes conservadoras no parecían muy entusiasmadas con el candidato republicano. Entendiendo que hacía falta la artillería pesada, el equipo de Cruz le pidió a Trump que ofreciera un discurso en el rally tejano.
Como Texas -a pesar de haber activado el voto demócrata- es eminentemente republicano, el presidente optó por la acostumbrada vía menos convencional. Y ¡boom! Como si se estuviese tomando una Coca-Cola, dejó caer la infame palabra: nacionalista.
Pero la maroma pagó dividendos…al menos a nivel local, Ted Cruz logró alzarse con una victoria, que indirectamente podría atribuirse a la intervención de Trump. A nivel internacional, la recepción del mensaje fui muy distinta, empezando por Macron. ¿Quién puede culparlo? Porque al sol de hoy, las heridas que dejó precisamente un grupo que se denominaba como “nacionalista” continúan abiertas.
Las palabras de Trump llegaron hasta las venas de Macron, quien sabe que solo hay una salida: quedarse callado o dar la pelea.
Y de esa obligación de defender la liberté, égalité y fraternité, surge la controversial –y aplaudida– respuesta de Macron.
Ahora bien, aunque quieras pensar que esta guerra de palabras fue iniciada por Trump y Macron salió en defensa de su país, te tengo malas noticias: la realidad es que esta vez el primer tiro salió de Francia.
El 25 de abril de 2018, el galo pronunció un discurso ante el Congreso de los Estados Unidos. Si piensas que sus palabras del 11 de noviembre fueron fuertes, al lado de esto, parecen una carta de amor.
Aquí te dejo el discurso completo.
Macron llegó hasta los Estados Unidos para ir a la casa de los todopoderosos congresistas, y dando la espalda a los presidentes de la Cámara de Representantes y del Senado, sacó la carabina y abrió fuego contra la filosofía del gobierno de Trump.
“Permítanme decir que tenemos dos caminos posibles por delante. Podemos elegir el aislacionismo, el retiro y el nacionalismo; esta es una opción. Puede ser tentador para nosotros, como un remedio temporal para todos los temores, pero cerrar la puerta al mundo no detendrá la evolución del mundo. No se apaga, sino que inflama los temores de nuestros ciudadanos. Tenemos que mantener los ojos bien abiertos ante los nuevos riesgos que tenemos ante nosotros. Estoy convencido de que, si decidimos abrir más los ojos, seremos más fuertes. Superaremos los peligros. No permitiremos que el trabajo desenfrenado del nacionalismo extremo sacuda un mundo lleno de esperanzas de una mayor prosperidad. Es un momento crítico; si no actuamos con urgencia como una comunidad global, estoy convencido de que las instituciones internacionales, incluidas las Naciones Unidas y la OTAN, ya no podrán ejercer su mandato y su influencia estabilizadora.
[…]
Personalmente, si me preguntan, no comparto la fascinación por las nuevas potencias, el abandono de la libertad y la ilusión del nacionalismo”.
Así como lo lees. La “amistad” se fue barranco abajo. Francia se le viró a Estados Unidos.
Enfrentando los términos “nacionalismo” y “patriotismo”, Macron fue quien finalmente decidió sacar la cara a nombre de Europa, hiriendo el ego de Trump. Y como era de esperarse, el Donald no perdonó la violación al Bro Code, y reaccionó como de costumbre, insinuando que, de no haber sido por la intervención de los Estados Unidos, Francia estaría hablando alemán.
El fuego cruzado entretiene y los tuits nos hacen sacar el popcorn, pero en las declaraciones de ambos líderes se esconde un choque filosófico para proteger sus respectivos intereses.
Macron las dice, Trump las refuta, y los noticiarios hacen fiesta con ellas. ¿Pero qué realmente hay con los términos “patriotismo” y “nacionalismo” que producen unas reacciones tan enérgicas?
Según la Real Academia Española (RAE), “patriotismo” se define como:
Amor a la patria.
Sentimiento y conducta propios del patriota.
Ponerte de pie cuando escuchas tu himno nacional y pintarte el rostro con tu bandera durante un partido de fútbol son ejemplos de patriotismo. Y si te fijas, son actividades que no involucran el rechazo a lo desconocido o extraño. Más bien, se trata de afirmar ciertos valores y actividades propias de determinado país, pero sin menoscabar la idiosincrasia de los demás.
En resumen, tu patriotismo no se fortalece negando el patriotismo del prójimo.
Si eres patriota, amas lo tuyo, sin odiar lo ajeno.
Por otra parte, la RAE establece que por “nacionalismo” se entiende:
Sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y su historia.
Ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse como Estado.
Aquí es donde se aprieta la tuerca. Históricamente, el nacionalismo se ha utilizado indistintamente del concepto de patriotismo.
Pero no son lo mismo, para nada.
En la práctica, el nacionalismo se ha ejercido como un hermano malvado del patriotismo. Hitler y Mussolini son solo una muestra del daño que puede causar una ideología nacionalista desmedida cuando se utiliza como justificación para excluir según raza, etnia y preferencia sexual.
A pesar de que ambos términos hacen referencia a la afirmación de un sentimiento de afirmación, el patriotismo tiene a manifestarse de una manera inocente, el nacionalismo se ha transformado en la afirmación mediante la exclusión, y en casos extremos, mediante la extinción. No necesariamente se extingue a través de la muerte; también se extingue a través del aislamiento. Trump lo está demostrando.
Con sus políticas migratorias y su propuesta para la construcción de un muro fronterizo, emplea el tradicional pensamiento nacionalista de quien se cree superior a los demás. En este caso, el grito de guerra es America First! Con estas dos palabras, Trump consolida su misión de promover una economía nacional vibrante, fundamentada en el trabajador estadounidense, en detrimento de los inmigrantes, e incluso, de aquellos que pese a ser ciudadanos de los Estados Unidos, no encajan en el molde de la “América” que promueve el gobierno.
Macron no está respondiéndole a Trump, sino a las décadas -ahora un siglo- que Europa ha vivido bajo el pretexto del nacionalismo para reprimir, censurar y asesinar a la disidencia. Durante su discurso ante el Congreso, el mandatario francés expuso la alternativa a la doctrina trumpista: un nuevo orden mundial para el Siglo XXI. Una alianza internacional para garantizar la democracia. Un “multilateralismo fuerte” que se desafíe los peligros que conlleva el nacionalismo.
Resulta irónica la diferencia entre la visión de mundo de Trump y la de Macron, cuando ambos son engendros del capitalismo puro y duro. Luego caemos en tiempo y recordamos que independientemente de sus diferencias filosóficas, ambos fueron electos por un pueblo al que le tienen que demostrar que sus actos no contradicen sus promesas de campaña.
No olvides que gracias a su retórica nacionalista, Trump ganó el corazón de un sector que se sentía olvidado tras la elección de Obama, mientras Macron llegó al poder estableciendo un discurso de una Francia a favor de la mezcla de culturas y la tolerancia, en contraposición al mensaje nacionalista de Marine Le Pen. Renunciar a sus respectivos discursos laceraría la credibilidad con su base, y debilitaría cualquier posibilidad de reelección.
Aunque al escuchar sus discursos se aprecia la visión de cada uno sobre lo que debe ser el mundo ideal -de apertura e internacionalización económica para Macron, y de fronterización y nacionalismo económico para Trump- ambos tenían la obligación de provocar el encontronazo para no meter la pata con sus votantes. Fue un buen debate, y no pretendo minimizar el efecto de sus las declaraciones, pero no se debe obviar el contexto dentro del cual surge el forcejeo: a nivel nacional, cada uno tiene un capital político que proteger, tanto a nivel electoral como en cuanto a la promoción de políticas públicas. En el ámbito internacional, Trump no puede perder sus credenciales como neoconservador y aislacionista, mientras Macron, como sustituto de Angela Merkel como paladín del sostenimiento de la Unión Europea, tampoco puede dar su brazo a torcer.
Podrán darle mil interpretaciones y causar cientos de debates filosóficos, pero al final, el conflicto Trump vs Macron podría deberse a un simple ejercicio de consistencia política para obtener ganancia electoral.