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The Fire Still Berns: Bernie Sanders y la autenticidad como capital político

The Fire Still Berns: Bernie Sanders y la autenticidad como capital político

♫Guess who’s back, back again?

Bernie’s back, tell a Dem.♫

El predecible regreso del abuelo del socialismo estadounidense del Nuevo milenio se dio el 2 de marzo de 2019. Entre seguidores tan fieles que coreaban su nombre bajo el frío de Brooklyn, Bernard “Bernie” Sanders anunció su segundo intento de convertirse en presidente.

Muchos pensaban que el socialdemócrata de 77 años había dejado atrás sus mejores tiempos de campaña, y que la inyección de juventud en el Partido Demócrata lo desplazaría de la atención pública.

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Al revés. Las políticas divisorias de Donald Trump, que Hillary Clinton fuese una mala perdedora, y que la sangre nueva que se incorporó al Congreso tras las elecciones intermedias de 2018, solamente avivaron aún más el fuego progresista que Sanders comenzó en 2016.

Esta fiebre izquierdista no es casualidad, sino una combinación de factores políticos, económicos y sociales que Sanders ha seguido de cerca desde su juventud.

Luego de luchas contra la segregación racial y  la guerra de Vietnam, decidió trasladarse al estado de Vermont, donde comenzó su carrera política: fue alcalde de la ciudad de Burlington por 8 años, representante en la Cámara de Representantes Federal por 16 años y desde 2007 es senador por el estado de las montañas verdes. Todo esto bajo una candidatura independiente.

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Aunque durante su carrera como legislador fue uno de los pocos opositores al Patriot Act original, a la  guerra en Irak y la protección que recibe el sector financiero, su nombre saltó al nivel nacional cuando hizo uso del filibusterismo para detener la aprobación de un acuerdo legislativo entre Barack Obama y el Partido Republicano.

Convencido de que el acuerdo era un refrito de las políticas económicas de George W. Bush, Sanders ofreció un discurso ininterrumpido por más de 8 horas.

A paso firme, fue difundiendo su retórica anti corporaciones y pro clase trabajadora. En una palabra: socialismo. El 26 de marzo de 2015, oficializó su campaña presidencial bajo el Partido Demócrata, retando a Hillary Clinton por la nominación. Fue una primaria sangrienta que se volvió personal y dividió al partido entre centristas/conservadores y progresistas.

La pelea fue en vano. Trump ganó y comenzó el juego de la culpa: los Clintonianos culparon a los Bernie Bros por no apoyar  a la nominada durante la elección general y los Bernie Bros culparon a los Clintonianos por amañar el proceso de primarias en complicidad con la Convención Nacional Demócrata.

Pero a diferencia de Hillary, a Bernie le quedaban reservas en el tanque. Manteniendo su escaño en el Senado, ha continuado la lucha por una reforma en Medicare (Medicare for All), la reducción en la deuda estudiantil y el aumento del salario mínimo, logrando victorias significativas contra Amazon y contra Disney.

La campaña permanente de Sanders definitivamente ha funcionado: logró mantenerse como potencial candidato y como autor intelectual del discurso progresista. De modo que para su anuncio en Brooklyn no se debía esperar nada nuevo. Bla bla bla abajo Wall Street; bla bla bla Medicare for All. El mismo perro, con el mismo collar, y el mismo ladrido.

Nada nuevo. Pero en el caso de Sanders, eso es muy bueno.

La “revolución política” que propuso en 2016 continúa intacta. Además, su modelo de recaudación de fondos basado en donaciones de menos de $30.00 demostró ser efectiva; en 6 semanas, su campaña recaudó $18 millones.

Bernie Sanders y el discurso socialdemócrata son como el Coronel Sanders y su pollo frito: ambos tienen la receta original, y no importa cuánto lo imiten, no podrán superarle.

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¿Cómo se explica que el Bernie, rozando la octava década de vida, tenga tanto arraigo en el voto joven? ¿Cómo es que alguien con posturas tan radicales se impone cómodamente sobre los demás candidatos demócratas?

Sencillo, siendo él; descarada y orgullosamente irreverente. Contrario a Elizabeth Warren, Sanders se siente cómodo son importar la audiencia. Lo mismo puede hablar sobre los beneficios del sistema de salud escandinavo con cincuentones que puede criticar  la intervención estadounidense en Venezuela frente a universitarios conservadores.

No pretendo simplificar el Bernie Factor, pues al igual que Trump, será un personaje profundamente estudiado por las disciplinas de la ciencia y la comunicación política durante décadas. Sin embargo, hay 2 factores que continuamente identifican a Sanders desde que incursionó  en la política.

1.    Es un candidato puramente ideológico

Siempre se ha dicho que el político perfecto es aquel  que tiene la capacidad de ser pragmático e ideológico, y como si fuesen sal y pimienta, lo ajustan según el paladar del votante. Pero Sanders parece haber llegado tarde a la repartición de pragmatismo; su estilo es como un shot de tequila: a unos les encanta y a otros de solo verlo se les revuelva el estómago.

Prescindiendo del cálculo político y aferrado al sentimentalismo, Bernie se mantiene fiel al polo izquierdo, definiendo a todo adversario –incluso a los del centro– como parte de la derecha. Para él no hay puntos medios, sino extremos desde los  cuales toda propuesta se tiene que discutir con un matiz ideológico.

Vamos a tomar el ejemplo del debate sobre la reforma el sector  bancario. Cualquiera de los otros candidatos se expresaría con términos como “reforma”, “nivelar el terreno de juego” y “cambio”. Mientras, Sanders habla del “1 por ciento” y de “hacer que Wall Street y las corporaciones paguen”. O sea, bautiza al enemigo, lo vincula con la oposición y los proyecta como una versión del Eje del mal contrala clase obrera.

Este tipo de discurso atrae a los adultos escépticos, inspira a los millennials y persuade a los electores independientes que, a pesar de conocer que Sanders aspira dentro de un partido, perciben su retórica como la de un rebelde sin partido pero con causa.

El aura anti establishment que transmite Bernie responde a otra estrategia de comunicación que se aleja de todo estándar de campaña política, pero que demostró su efectividad en las elecciones de 2016.

2.    Mensaje ˃ Plataforma de gobierno

El protocolo para el diseño de una campaña política dicta que una vez se desarrolla el mensaje, el candidato tiene que ofrecer propuestas específicas de acuerdo a los asuntos que más afectan al elector. No obstante, la campaña de Donald Trump convirtió esto en un mito. Con su 1-2 de Make America Great Again y America First, no necesitó discutir a fondo ni una sola propuesta de política  pública. No importaba qué tan experto en el tema fuese su adversario, al final todo giraba alrededor de su  mensaje de aislamiento y nacionalismo.

Es una lástima que no tuviéramos la  oportunidad de ver la contienda Trump vs Sanders en 2016, porque Sanders utilizó –y utiliza– la misma estrategia que el actual presidente. Yéndose all in con su llamado a una revolución política, Bernie tiene la disciplina de un monje tibetano con su mensaje.  

Como consecuencia, el adversario queda desarmado, sin acompañante en su argumentación y forzado a entrar en la trampa del  debate ideológico, donde seguramente perderás, porque Bernie no es el típico socialista con alma de bohemio e ínfulas de prócer. Es un maestro en la transformación de números a emociones. Un alquimista discursivo, que dentro de la ambigüedad, siempre encuentra la emoción necesaria  para conectar con el público.

Aquello que comenzó como la cruzada de un socialista desconocido es actualmente la tendencia ideológica de mayor crecimiento entre las generaciones más jóvenes. Bernie creó un movimiento político cuyos valores eran inconcebibles hace apenas unos años.

Y nada hubiese sido posible si Sanders de haber escogido el atajo que ofrecen las estrategias acomodaticias, responsables de generar políticos a la carta que se van desinflando una vez sienten la presión de un ideólogo purasangre.

No me considero una persona con ideales socialistas, pero eso no me impide ver que Bernie es un político especial, no por su ideología, sino por la autenticidad con la que predica sus creencias. Así como Steve Jobs creyó en el iPod, Sanders cree en su mensaje, y esa convicción no se debilitará de camino al 2020.

¿Crees que Bernie Sanders es un político genuino u otro político con habilidad para la actuación?

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