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The Tiger Shall Not Cross the Bridge: La influencia de Tammany Hall en las campañas políticas (II)

The Tiger Shall Not Cross the Bridge: La influencia de Tammany Hall en las campañas políticas (II)

Dicen Jay-Z y Alicia Keys que Nueva York es “la jungla de concreto en donde se fabrican los sueños”.

No se equivocan.

Lo que se respira en cada átomo de la ciudad que nunca duerme es puro lujo, exceso y prosperidad.

Sin embargo, algunas cosas nunca cambian; la desigualdad económica y racial viene pudriendo la Gran Manzana desde el siglo XIX. Para entonces, la meta no era ganar millones y vivir en un penthouse, sino evitar que te carcomiera el cólera y no ser apuñalado en un callejón oscuro.

Como sucede en todo lugar rezagado, la seguridad pública brillaba por su ausencia. La presencia de la policía se limitaba a defender al rico y olvidar la existencia de los pobres.

Al verse sin dinero y sin esperanza, los de abajo decidieron crear su propio destino y luchar por su dignidad. De la necesidad de ser escuchados, tanto estadounidenses “nativos” como inmigrantes –particularmente irlandeses– unidos en la miseria, organizaron las famosas Gangas de Nueva York.

Para mediados de siglo, la influencia gangsteril era tan profunda que no había cuerpo policíaco que pudiera contrarrestar el clima de violencia que rápidamente se propagaba por los barrios. En poco tiempo,  personajes como William Poole, mejor conocido como Bill the Butcher, se convirtieron en héroes de quienes se oponían al  melting pot cultural.

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Los irlandeses no se cruzaron de brazos; igualmente formaron sus gangas como estructura de defensa.

Dentro de las circunstancias adversas, cada bando prosperó a su manera. Pero eventualmente ambas se percataron de que independientemente de su nacionalidad, sus músculos necesitaban un cerebro que les permitiera infiltrarse en las estructuras donde residía el verdadero poder.

El matrimonio entre los criminales y la política era inminente.

Viendo que el choque cultural podía ser un activo electoral, el Partido Demócrata cortejó ambos lados del salón de baile: mientras hacía  alianza con los irlandeses a cambio de mejores condiciones de vida, conspiraba con los estadounidenses purasangre para sobornar y extorsionar a cambio de representación política y acceso. Y así, como en los matrimonios que comienzan con engaños, la relación se convirtió en un triángulo amoroso entre irlandeses, políticos y nativos, dentro de las cuatro paredes de Tammany Hall.

Sede de Tammany Hall.

Sede de Tammany Hall.

Fundada en 1789 como “La Sociedad de Tammany”, tuvo un origen modesto: un club social para analizar los asuntos de interés luego de la Revolución Americana. Pero con la creciente ola de inmigrantes irlandeses que llegaba escapando de la Gran hambruna, fue convirtiéndose en el brazo político del Partido Demócrata en Nueva York, dando cátedra de cómo organizar las fuerzas ciudadanas para beneficio electoral.  

El sistema de persuasión de Tammany Hall –dirigido por William “Boss” Tweed– fue, como poco, de dudosa reputación. De lo que no existe duda es de la efectividad en su estrategia de incrustarse en el sistema sociopolítico de Nueva York mediante un enfoque inclusivo, contrario a la filosofía segregacionista que profesaba el Partido Demócrata a nivel nacional.

William Magear Tweed, conocido como “Boss Tweed”

William Magear Tweed, conocido como “Boss Tweed”

A pesar de considerarse una página negra en la historia estadounidense, el reinado de Tammany Hall evidencia uno de los primeros esfuerzos para organizar una maquinaria para la movilización política, basado en dos tácticas.

1. Inclusión y polarización como capital político

Al percatarse de que la población de minorías  aumentaba sin control, los demócratas neoyorquinos descubrieron que cada inmigrante que servía como carne de cañón para la Guerra Civil, igualmente podía servir para las urnas. Como solamente los ciudadanos estadounidenses tenían derecho a votar, Tammany Hall comenzó un operativo que  convirtió a los irlandeses indocumentados en electores más rápido de lo que McDonald’s prepara un cheeseburger.

Habiendo conquistado el territorio dominado por extranjeros, la maquinaria se enfocó en convencer a los nativos de que el Partido Demócrata representaba por excelencia los valores y las tradiciones estadounidenses. Además de  acariciar el  ego de los jefes de gangas ofreciendo acceso y representación en el gobierno a nivel municipal y estatal, se estaba obteniendo data acerca del sentir hacia los inmigrantes.

Con un perfil detallado del votante nacionalista, y confiados en la lealtad del bloque inmigrante, era el momento de la segunda fase: desarrollar  el mensaje.

2. El miedo como aliado para  la movilización

No existían las plataformas sociales, la televisión ni la radio. Solamente existía el correo para el ínfimo número de personas –de clase alta– que sabía leer y escribir. La manipulación a través de la propaganda no era un reto, sino la norma.

Toda historia necesita un villano que represente el caos y un héroe que represente la esperanza. Tammany Hall supo ajustar el cuento según el público: cuando estaban frente a los irlandeses, se aseguraban de venderles el american dream como un derecho fundamental de todo el que desembarcara en la costa de Nueva York. Al dirigirse hacia los electores nativos, la historia giraba en torno al peligro que representaba la llegada de extranjeros cuyo único interés era apropiarse del trabajo y el esfuerzo de los estadounidenses.

El ajuste discursivo rindió fruto; los inmigrantes salían a votar bajo la creencia de que eran tan estadounidenses como los nativos, mientras los nativos votaban en defensa de sus valores como herederos del legado que dejaron los padres fundadores. Fuese amor a la democracia y esperanza de un mejor porvenir u odio al cambio y miedo al invasor, ambos grupos atestaban los centros de votación en favor del Partido Demócrata.

La maquinaria político-criminal del “Tigre de Tammany”, como también se le conocía  a Tweed, parecía invencible.

Pero como ha demostrado la historia, en ocasiones la grandeza puede caer a manos de lo que parece ser insignificante. Así como Goliat cayó víctima de una pequeña piedra, el rey de la Ciudad de Nueva York cayó víctima del papel y la tinta.

La ofensiva contra la corrupción comenzó con varias publicaciones del New York Times acerca de informes financieros que evidenciaban el enriquecimiento ilegal del Jefe de Tammany como parte de un esquema millonario basado en sobornar a todo contratista que deseara hacer negocios en la ciudad. Sin embargo, el efecto que  tuvo fue mínimo, ya que el periódico pasó por alto un detalle importantísimo: la mayoría de la población, sobre todo la que se movilizaba a favor y en contra de los políticos, no sabía leer.

Una imagen vale más que mil votos

Thomas Nast era un caricaturista que se dio a conocer con su trabajo durante la Guerra Civil. Al terminar la guerra, el inmigrante alemán trabajaba para una modesta revista de análisis político llamada Harper’s Weekly, recreando todo tipo de imagen política que cruzara por su cabeza. Hasta que surgieron rumores de que durante las elecciones presidenciales de 1868, en NYC se “inflaron” los electores demócratas mediante la repetición de votos y la naturalización inmediata de inmigrantes que luego eran escoltados hacia los centros de votación.

Nast aprovechó que la Cámara de representantes Federal había iniciado una investigación del rol que tuvo Tammany Hall en la manipulación del resultado electoral, y se dio a la tarea de revelar la verdadera cara de Tweed.

Con la cooperación periodística del New York Times, el dibujante creó una serie de caricaturas dirigidas hacia la población analfabeta de Nueva York. Describiendo al cabecilla de las gangas neoyorquinas como una persona glotona, obscenamente adinerada y  sin la mínima noción de lo que significa la empatía con el pueblo.

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El tigre enjaulado

El soldado de la tinta cumplió con su misión. Ahora toda la Ciudad de Nueva York, independientemente de su escolaridad, sabía de los quehaceres turbios dentro de Tammany Hall.

“No me importan los artículos de tu periódico, mis electores no saben leer, pero no pueden evitar ver esas malditas imágenes”. –William “Boss” Tweed

Desde que Nast publicó la primera caricatura, era solo cuestión de tiempo para que la indignación se convirtiera en acción política. A principios de la década de 1870, aunque logró retener su escaño como asambleísta por el estado de Nueva York gracias al residuo de su influencia interna, el imperio del tigre estaba en ruinas.

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Luego de ser hallado culpable por más de200 cargos y sentenciado a 12 años en prisión, Tweed escapó hacia España, donde fue identificado…gracias a una caricatura de Nast. Una vez reingresado a la prisión de Nueva York, permaneció allá hasta fallecer a los 55 años de edad como consecuencia de la neumonía.

Y así, con el filo de cada página de periódico, el Tigre de Tammany fue decapitado, poniendo fin a una era que marcó el éxito de las campañas políticas como un ejercicio de movilización masiva y de alianzas multisectoriales.

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