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Rise of the Midlothian Machine: La "primera" campaña política (I)

Rise of the Midlothian Machine: La "primera" campaña política (I)

Puede afirmarse que desde que existen los seres humanos, existen las campañas políticas. A su vez, las campañas preceden a los partidos. Desde los tiempos de Aristóteles se decía que todo ser humano es, por naturaleza, un “animal político”, no en el sentido partidista, sino en cuanto a su necesidad de pertenecer a un grupo. De manera que la primera campaña probablemente consistió en los esfuerzos de cada individuo para integrarse a la sociedad.

Con la evolución del ser humano también evolucionaron las estructuras de organización y control social, formándose el aparato político responsable de normalizar las relaciones entre los ciudadanos y las de los ciudadanos frente  al Estado.

Repentinamente, el pueblo tenía poder sobre sus gobernantes, como le dijo Tío Ben a Peter Parker, “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.

La responsabilidad de la época era canalizar los reclamos de miles de ciudadanos de manera lo suficientemente organizada como para que los políticos los tomaran en serio.

Las revoluciones probaron ser efectivas, pero los tiempos exigían otro tipo de dinámica, surgiendo los partidos políticos como respuesta a las necesidades de un nuevo orden político basado en la participación ciudadana.

Actualmente vemos las campañas políticas como un proceso normal: los afiches, los discursos y los anuncios en televisión, radio y las plataformas sociales forman parte de nuestra cotidianidad.

Pero… ¿cómo comenzó todo? ¿Cuál  fue el punto de inflexión para diseñar las campañas políticas como un ejercicio planificado para persuadir al electorado? Y sobre todo, ¿quién estuvo a cargo de orquestar esta  primera campaña?

Ninguna campaña política se ha ganado sin una mano invisible, una mente maestra que opera tras bambalinas.

Adolf Hitler tuvo a Goebbels.

Joseph Stalin tuvo a Trotsky.

Carlos Andrés Pérez tuvo a Napolitan.

Barack Obama tuvo a Plouffe.

Y William Ewart Gladstone tuvo a Archibald Philip Primrose, quinto conde de Rosebery.

Archibald Philip Primrose.jpg

Para 1873, el escocés de 26 años tenía todo lo que cualquier joven desearía: dinero, era bien parecido, y provenía de la nobleza. Tenía garantizada una vida de excesos y vagancia. Como heredero al título de conde de Rosebery tenía reservado un asiento VIP del Parlamento. Pero la vida en la legislatura victoriana no mueve una sola gota de su sangre azul.

La curiosidad por una vida lejos de los protocolos de la realeza llevó a “Archie”,  como se le conocía, a la ciudad de Nueva York. Cuentan los estudiosos que tan pronto se encontró en medio de una multitud de protestantes que gritaban a coro cerca del Madison Square, el  conde quedó cautivado por el estilo de hacer política de los estadounidenses. En Gran Bretaña la política era insípida; en los Estados Unidos era un banquete de pancartas, furia y antorchas. Todo un circo producido por Tammany Hall, el club político, desde donde se concretaban las alianzas entre el Partido Demócrata y las gangas de Nueva York, dirigidas por William “Boss” Tweed.

Los métodos de Tammany Hall eran claramente ilegales, pero la realidad es que los tentáculos de Tweed se extendían hasta los cuarteles de la Policía.

La “máquina de Manhattan” era demasiado poderosa como para preocuparse por pequeñas molestias como la ley y el orden. Lo importante era mantener el control del gobierno y purgar las calles de los inmigrantes.

Archibald tomó nota de todas las estrategias que le dieron los  encargados de la movilización en Nueva York. Una de sus descripciones del clima político recién descubierto es “un país donde cada ciudadano es un conductor de la chispa eléctrica del poder político”.

Tres años después de su curso intensivo en realpolitik, Primrose se convirtió en jefe regional de los liberales escoceses. Su mentalidad ha sido reconfigurada: Los votos se ganan en la calle y no en el parlamento.

Las reformas electorales dieron a 2.5 de los 35 millones de británicos el derecho al voto, demasiados como para persuadir mediante la acostumbrada intimidación por parte de los terratenientes.

El movimiento de la Ilustración, está cambiando el pensamiento de los escoceses  y Primrose ve la oportunidad para su tan necesitada victoria. Sus ojos están puestos en Midlothian, un distrito con electorado relativamente pequeño, bajo el poder del hijo de un duque. La vieja escuela tiene su maquinaria bien aceitada y corriendo a su favor. Sin embargo, Archie tiene otros planes: crear su propia máquina al estilo yanqui.

La fabricación del “William del pueblo”          

Primrose sabía que era un buen jinete, pero necesitaba un buen caballo. Ahora te presento a William Ewart Gladstone, un backbencher con 48 años en la legislatura y una autoridad moral insuperable. Sus seguidores lo llamaban “William del pueblo” (people’s William).

William Ewart Gladstone.jpg

Gladstone se retiró de la vida pública tras perder ante Benjamin Disraeli, cuya visión imperialista llegó al punto de secar las finanzas británicas invirtiendo en guerras por África y el actual Oriente Medio.

Las políticas de Disraeli solo abonaron a que Gladstone saliera de su retiro político.  Primrose aprovechó el momento y ofreció a Gladstone ser la nueva cara del distrito de Midlothian, bajo una campaña nunca antes vista, convirtiéndose en el primer director de campaña en la historia moderna.

El 24 de noviembre de 1879, Gladstone se presentó en Liverpool a bordo de un automóvil de salón Pullman –un modelo fabricado en los Estados Unidos– que parecía un podio rodante. Además,  la tecnología del telégrafo hizo posible el anuncio anticipado de que Gladstone pronunciaría varios discursos en cada parada (esencialmente, stump speeches). Para los victorianos era inconcebible que un político de semejante trayectoria hiciera algo como esto. Pronto se consideró la campaña como indigna, vulgar y “estadounidense”. No obstante, la multitud en los eventos de William crecía cada vez más.

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Por primera vez, la “gente común” escucha en vivo a un hombre de estado que hablaba sobre los asuntos apremiantes para los de abajo. Gladstone les dio a los campesinos y trabajadores la sensación de que el destino de la nación y la paz mundial están en sus manos. Pese a que William saturaba los discursos con cifras y argumentos extensos, las alocuciones iban acompañadas de antorchas, pancartas, fuegos artificiales  y coros que alternaban entre los gritos y el canto de consignas. Igualmente, el lado analítico del targeting fue cubierto por Archie, quien  llevaba un registro con la cantidad de asistentes a cada evento. La gira de Gladstone extendió la discusión desde Midlothian a lo largo de Londres. Poco a poco, Disraeli se fue percatando de lo que estaba sucediendo: la lucha del dúo Primrose-Gladstone no era por Midlothian, sino por Downing Street.

Finalmente, en abril de 1880, Gladstone fue elegido con una mayoría de solo 211 votos, consiguiendo los liberales la añorada mayoría.

El conde se convirtió en toda una estrella de las campañas políticas con solo 32 años de edad.

Más allá de lograr el cambio del partido en el poder, el verdadero logro que alcanzó la campaña de Midlothian fue transformar el sistema electoral fundamentado en la cultura parlamentaria hacia uno en el que cada ciudadano descubrió el poder del voto y de la organización política como parte vital de la democracia.

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