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YOLO + MATH: La política hiperbólica de Andrew Yang

YOLO + MATH: La política hiperbólica de Andrew Yang

Si Jack Ma y Paris Hilton hubiesen tenido un hijo, sería Andrew Yang; un  socialité asiático y amante de la tecnología.

El enérgico entrepreneur ha sido uno de los candidatos presidenciales q la atención mediática con métodos impensables para un aspirante al máximo cargo estadounidense.

Rechaza llevar corbata, se burla de sí mismo con una xenofobia light, y quiere regalarles  dinero a los  ciudadanos. Sí, literalmente regalar dinero, como si fuese un caudillo socialista. Pero bajo una teoría puramente capitalista.

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Pero esa es solo una instancia que hace de Yang la figura demócrata más comparable con Donald Trump. No porque sea un racista que cree en Medicare for All, sino porque emana el mismo pizzazz que el actual presidente cuando era candidato en la primaria republicana. 

Graduado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia, el candidato confesó que nunca se sintió atraído por ejercer como abogado. Aunque su personalidad lo hacer parecer el crazy rich Asian que quemaría su dinero en yates y champán, sus intereses siempre han sido los negocios y la filantropía. Sus pasiones lo llevaron a fundar la organización Venture for America, con la misión de dotar a las nuevas generaciones de emprendedores con las destrezas necesarias para crear empleos.

Ese enfoque tecnocrático fue lo que convenció de lanzar su candidatura, cuyo distintivo es su controversial propuesta para implementar el Freedom Dividend: la versión yangnesca de la Renta Universal Básica (Universal Basic Income), basado en la teoría de que la  automatización de muchos sectores laborales ha dejado –y  dejará– en la calle a miles de personas. Según Yang, el dividendo de $1,000 mensuales ayudará a los afectados con la transición a las nuevas condiciones de empleo.  

Como mencioné al principio, Yang viene del sector más capitalista del Siglo XXI, el desarrollo de la tecnología que irónicamente pretende amortiguar. Pero según él, su propuesta no es un tipo de socialismo, sino una manera de capitalismo, en la que “el ciudadano no empieza desde cero”, y participa de la economía con una cantidad de dinero para gastar.

Las propuestas atrevidas de Yang podrán tener, como todas,  sus defectos y virtudes, pero lo que hace al empresario de origen taiwanés tan atractivo para la cultura popular no son los detalles en su oferta de política pública, sino su manera de comunicarlas; su manera de comunicarse, fundamentada en una exageración de todo su mensaje.

No me refiero a la clásica hipérbole en el discurso, sino del caso en que el candidato es la hipérbole; su campaña, su mensaje y hasta su personalidad. Yang llevó la hipérbole a  la dimensión desconocida, en donde la mera imagen es una exageración del panorama político: la candidatura hiperbólica.

Vamos a comenzar por su eslogan.

Si Donald Trump quiso llevar al extremo su propuesta nacionalista con Make America Great Again, Yang hizo ver ese extremo como algo moderado. ¿Su eslogan? Make America Think Harder (MATH).

¿Un asiático y las matemáticas? ¿Estereotipado? Bien, gracias. A Yang no le importa si te gusta o no; lo importante es llevar el mensaje: Lo opuesto a Donald Trump es un hombre asiático al que le gustan las matemáticas.

Exagerado, pero extremadamente efectivo. Los suficientemente efectivo como para levantar un grupo de seguidores con la misma excentricidad, proclamados como la Yang Gang; esencialmente una milicia tuitera con el único propósito de magnificar aún más la candidatura de Yang.

Cuando tus fanáticos llegan al punto de convertirte en una caricatura de anime (de nuevo, apenas estereotipada), sabes que pasaron de seguidores a una secta.

Pasemos a su desempeño en el más reciente debate de la primaria demócrata. El hecho de que tu apoyo electoral sea de 1 % y tengas que competir contra otros 9 candidatos, te obligan a buscar la manera de que los pocos minutos que te van a dedicar sean memorables. La estrategia común es la que ejecutó Julián Castro cuando insinuó que Joe Biden era un anciano senil.

Pero ese no es el estilo de Yang. Para él, el tiempo es dinero y votos, así que no esperó para dar un contragolpe. Al comienzo del primer asalto lanzó un golpe más cargado que el español de Cory Booker.

Tan pronto los moderadores le indicaron su turno para presentarse, anunció un sorteo en su página web: su campaña ofrecerá el Freedom Dividend de mil dólares  para 10 personas que se inscribieran y explicaran cómo se beneficiarían.

El efecto que tuvo la propuesta de Yang fue tan abrumador, que su nombre fue el segundo candidato más tuiteado durante y después del debate. Logró la exposición nacional que tanta falta le hacía para salir del 1 %, y logró un crecimiento orgánico exponencial en la plataforma social con mayor énfasis en la política estadounidense.

Flawless victory.

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Lo único positivo de contar con el apoyo mínimo del electorado es que no hay otro camino que no sea hacia arriba (dudo que la Yang Gang deje caer ese uno por ciento). De manera que podemos esperar que los próximos meses de su campaña llevarán la extravagancia a niveles insospechados.

Andrew Yang es la figura que las nuevas generaciones necesitaban para terminar  de derrumbar el  muro del political correctness que inició Bernie Sanders en la primaria de 2016.

Su carisma se basa en actuar como si no existiera el centro. Todo es extremo. No existe tal cosa como la moderación.

El cosmos de Yang es uno paralelo a la dinámica que por décadas se ha visto en el Partido Demócrata. Hasta el momento ese mundo alterno apenas cuenta con un pequeño conjunto de seguidores, pero con una realidad innegable de que su manera de hacer campaña representa el inicio de una tendencia en la creación de campañas políticas.

¿Cuál es tu impresión acerca de la campaña de Yang? ¿Se trata de una estrategia inusualmente genial o es otro intento fallido de hackear el sistema electoral estadounidense?

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