Relationship Status? It’s Complicated: Lección de Mitt Romney sobre el ego en la política
Nos peleamos con nuestros padres, discutimos con nuestros hermanos y con nuestras parejas. Hay días en que no soportas a un colega en el trabajo, y sin darte cuenta, terminas un viernes en un Happy Hour contándole con lujo de detalle cómo rompiste tu última relación amorosa.
Así somos los seres humanos, complejos e impredecibles; pero todos con un patrón que, una vez alguien logra descubrir, podrá manipularnos a sus anchas. Y no hay terreno más fértil para la manipulación que la política, probablemente por la abundancia de ego y la escasez de autoconciencia.
Así lo demostró el excandidato presidencial y actual senador por Utah, Mitt Romney.
Fiel a la religión mormona y republicano de la escuela de Ronald Reagan, el que también fue director ejecutivo de la firma consultora Bain & Company, coincidió en una reñida carrera contra Barack Obama.
Muchos daban por terminado su futuro en la política, pero durante las primarias republicanas de 2016, Romney pareció haber cogido un segundo aire; no como candidato, sino como partidario de cualquier republicano que no fuese Donald Trump, uniéndose a las filas del movimiento Never Trump.
Pero las ronchas entre Mitt y Donald aparecieron hace años, desde que Trump dio el primer empujón al día siguiente de elecciones de 2012.
Fast forward al 2016, Trump galopaba cómodamente en todas las encuestas, perfilándose como el nominado por el GOP…y los Never Trumpers estaban buscando desesperadamente alguna manera de frenarlo. Al parecer no había mucho en su arsenal, ya que optaron por usar a Romney como portavoz
El 3 de marzo de 2016, el bateador emergente ofreció un discurso en la Universidad de Utah.
Comenzó por afirmar que, de nominar a Trump, “las proyecciones de un futuro próspero y seguro serán menoscabadas”, ya que sumirían al país en una recesión. Y esa fue la capa de azúcar. Más adelante, Romney pareció haber encontrado un alter ego, porque lo que salió de su boca no era la retórica a la que nos acostumbró durante su periodo como candidato:
Acusó a Trump de ser “admirador de Vladimir Putin”;
Condenó que se mofara de un reportero discapacitado; y
Reprochó sus insultos hacia John McCain.
Esencialmente, Romney catalogó a Trump como un “fraude” y suplicó a la base republicana que eligieran a Marco Rubio, a John Kasich, o a Ted Cruz. Pero jamás a Donald Trump.
Luego de esta afrenta, solo había que esperar por la respuesta de Trump, la cual no distó mucho de su estilo tradicional.
Como era de esperarse, Trump tuiteó otras barbaridades, pero analizando el carácter de Romney, seguramente lo que más le molestó fue que publicaran que tuvo que SUPLICAR el endoso del magnate en 2012.
Obviamente, el pedido de Romney no sirvió de nada, y convertido en presidente, Trump fue elaborando su represalia.
Sabiendo que “se atrapan más abejas con miel que con hiel”, el presidente electo creó la sensación de que le ofrecería a Romney el puesto de Secretario de Estado, y le invitó a uno de sus campos de golf para “reunirse”.
El inocente Mitt cayó en la trampa. Trump logró seducirlo, y las ganas de desquitarse fueron tan profundas, que la caballerosidad que nunca ha exhibido con las mujeres la tuvo con Romney, invitándolo a cenar.
Además de la sesión fotográfica evidenciando el culipandeo de Romney, Trump logró que éste se expresara de manera increíblemente maravillosa:
Hizo algo que traté de hacer y no lo logré: ganó las elecciones generales y continúa con un mensaje de inclusión y uniendo a las personas, y su visión es algo que conectó con el pueblo estadounidense de una manera muy poderosa.
Game over.
Oficialmente descartado para cualquier puesto en el Gabinete de Trump, y con los restos de su dignidad en las manos, Romney se dedicó a rehabilitar su imagen. Parafraseando a Shakespeare: “El infierno no tiene furia como un republicano despreciado”.
Con las elecciones intermedias en la mira, Mitt se encontraba en una encrucijada: buscaba el endoso de Trump y me quedo con el escaño de Orrin Hatch en el Senado, o se mantenía como un rebelde. El ego triunfó sobre la sensatez, y Romney decidió repetir su rol de alcahuete. Aunque intentó hacer la rutina del político con criterio propio, en realidad terminó nuevamente en la mesa en la que cenó con Trump.
Pero esta vez dio resultado.
Endoso en el bolsillo. Solamente quedaba ganar la elección, lo cual no fue difícil; Romney ganó con el 62.6 % de los votos.
Con la seguridad que le brinda la sensación de victoria, el entonces senador electo por Utah otra vez sucumbió ante su ego. Esta vez se tiró de cabeza, y publicó una columna en el Washington Post en la cual destacó, coloquialmente hablando, que Trump no había dado el grado como presidente (“Has Not Risen to The Mantle of Office”).
El fuego estaba como una vela de cumpleaños…y Mitt lo convirtió en un incendio político.
Lo sé, no es la respuesta tradicional de Trump. Esta vez mantuvo la compostura y evitó el insulto excesivo. Y no fue accidentalmente; el presidente sabe que tiene una bomba de tiempo con la crisis migratoria, y sus promesas de construir el muro fronterizo parecen hacerse sal y agua con la llegada de la Cámara de Representantes con mayoría demócrata. Necesita un Senado fuerte y contento, incluyendo a Romney.
Ahora bien, el que Trump decida bajarle al tono de la discusión, no significa que sus allegados también lo hagan. Su director de campaña para la reelección, Brad, Parscale se expresó a nombre de su jefe.
Desde entonces, las aguas bajaron a su nivel y con la misma espontaneidad con la que surgió la disputa, desapareció.
Pero no creas que la rivalidad dejó de existir. Como se guarda en el refrigerador la comida que sobró, pronto habrá que alimentar los egos, y ahí estará el resentimiento para ser recalentado. Todo gracias al orgullo de Mitt Romney, quien no aprendió de su derrota en 2012 que hay tres puntos que deben tenerse en cuenta cuando se busca regresar al juego político.
1. La política jamás olvida.
Quizás no sea ahora, en un mes, ni probablemente en un año, pero Trump y el Partido Republicano buscarán cómo cobrársela a Romney. La mayoría republicana en el Senado responde al presidente; basta con ver cómo su rival más fuerte, Ted Cruz, se vio en la necesidad de hacer campaña bajo MAGA para reforzar su aura de conservador contra Beto O’Rourke.
Por ahora, Romney es el senador con la letra escarlata. Su camino se ve difícil, pero no imposible, ya que la selección de aspirantes republicanos a la presidencia (sacando a Trump de la ecuación) no se ve muy reñida. Con un apoyo genuino de su partido, Mitt puede rehabilitarse. Pero primero tiene que recordar las palabras de José Ortega y Gasset:
“Yo soy yo y mis circunstancias”.
2. Hay que ser humilde (o al menos guardar la apariencia).
Si hay alguien que no tiene un átomo de humildad es Donald Trump. Seas republicano, demócrata o independiente, podemos coincidir en que –para bien o para mal– ha sido el inquilino más arrogante en la Casa Blanca. Y como tal, si estás buscando acomodarte como su posible sucesor, pero vienes de recibir una derrota a nivel nacional, debes decirle “adiós” al orgullo.
No me refiero a dejar que arrastren tu dignidad por las calles de Washington, D.C., sino que reconozcas tus circunstancias. En 2012, Romney era el hombre alfa dentro del GOP…en estos momentos es beta.
Es obvio que Mitt no se conformará con el escaño en el Senado; su end game es la nominación en 2024, o en 2020 si Trump resbala.
3. Mantente real.
En su columna para el periódico Salt Lake Tribune, Romney elaboró sobre la imagen del Partido Republicano como “un equipo”. Sin embargo, lo primero que hizo fue asumir la actitud del niño que al poncharse decide llevarse el bate y la bola para su casa para que los que sí tienen talento puedan jugar.
Su contradicción tiene un doble efecto negativo: por un lado, afecta su imagen como líder con la capacidad de mantenerse firme en sus posturas, y por otro lado hace que Trump se vea como la antítesis, o sea, el líder que –independientemente de su veracidad– pone la acción donde pone la palabra. En una coyuntura política tan polarizada, la terquedad pasa con vestimenta de firmeza y convicción. Romney quedó al desnudo.
La duración de la pugna entre estos dos republicanos es impredecible, pero si algo queda claro es que no desaparecerá. ¿Piensas que será un intercambio pasivo-agresivo, o será un ataque frontal? Sea cual sea el resultado, tendrá serias repercusiones en el futuro del “partido del elefante”.